En cuclillas sobre los bordes de las marcas que dejamos ayer, que dejamos olvidadas en esa especie de
vereda polvorienta de un parque, de una ciudad, de una retina de perro que regresa siempre a su dueño,
de ese volver te hablo, de ese infinitivo básico que no pudo ni quiso ser más y se refugió en los espacios entre letra y letra de la palabra h u i r.
debajo de la humedad de una única noche de lluvia a las tres de la mañana, de la arena en las botas, de los asientos rojos de una sala de cine… ahí ahogada en la taza de thés te dejo una notita con miles de letras en desorden esperando que las ayudes a agarrarse de la mano, a escribirse, a ser un día: “te quise”.